Se siente privilegiado por ser maestro y porque, como él mismo reconoce, trabaja «con fuentes infinitas de imaginación», las que día a día le proporcionan sus alumnos de Primaria. César Bona es un docente de 42 años, que durante estos días no da abasto con su agenda: se ha convertido en el único profesor español que figura entre los 50 finalistas del Global Teacher Prize,un premio internacional que se puede considerar el «nobel» de la enseñanza,dotado con un millón de dólares (unos 800.000 euros). Para él ser candidato a tan alto galardón es otro «privilegio» que conserva, ya que «está representando a cientos de maestros cuyos proyectos no se conocen y que hacen cosas muy bonitas con sus alumnos. A partir de ahora se les va a valorar más. La gente va a ver que no es una locura trabajar los valores, la empatía, la sensibilidad y las emociones», piensa.
A muchos la forma de enseñar de Bona les sorprenderá enormemente. Cuando llegó al colegio de Muel, un pueblecito de Zaragoza de apenas 1.400 habitantes, tiró los libros al suelo. «La prioridad de sacar diez está confundida —afirma—. Lo primero es el respeto por todo los que tenemos alrededor, saber que todo cuesta un esfuerzo y ser una persona íntegra». Iniciaba así uno de sus proyectos educativos que más premios ha cosechado.
Su proyecto más reconocido
Al pueblo llegó un circo, acontecimiento que Bona aprovechó para encargar un trabajo a sus alumnos de 4º de Primaria. A partir de ahí doce de ellos crearon una protectora virtual de animales, que gestionan sólo los chicos con la supervisión del profesor. Se llamó «El cuarto hocico». Hoy es una red global de escuelas agrupadas enChildren for Animal, donde niños de todo el mundo defienden la importancia de respetar a los animales.
Se trataba de que los alumnos de Muel aprendieran a respetar el medio ambiente, a empatizar, a desarrollar el espíritu crítico... Y a comenzar a instruirse en la vida: «Aprendieron a no quedarse parados ante una injusticia y a dar un paso adelante. Serán en el futuro adultos más sensibles, solidarios y comprometidos», cree firmemente el maestro.
También toca el cajón
A César tampoco le olvidan en el CP. Fernando el Católico, que se encuentra en un barrio marginal de Zaragoza. Entonces no se desalentó con un grupo de chavales de diez años que no sabían leer. La mayor parte era de etnia gitana y con un alto absentismo escolar. Invitó a los alumnos a que le enseñaran a tocar el cajón y escribió varias obras de teatro en las que participaron todos. «Tengo la fortuna —dice— de que me visita el niño que yo era. Pienso muchas veces como si fuera un niño.Si les escuchas descubres cosas interesantes e inspiradoras».Al final del curso, no sólo logró que sus alumnos leyeran, sumaran, restaran... sino que ya no faltaban a la escuela.
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