martes, 28 de abril de 2015

¿ Porqué hay que estudiar humanidades ? - José A. Marina


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Por Jose Antonio Marina
Todos los alumnos nos han preguntado alguna vez: ¿Y esto para qué sirve? Suele ser una pregunta incómoda, que podemos interpretar como una muestra de cerrilismo del alumno. ¡No se dan cuenta de lo importante que es leer, saber historia, aprender filosofía, disfrutar con la poesía!
 Por su parte, muchos padres están preocupados por el futuro laboral de sus hijos y reclaman asignaturas útiles para ganarse la vida. Con frecuencia, los docentes nos refugiamos en las leyes educativas, o en una vaga evidencia del valor de lo que enseñamos, y dedicamos poco tiempo a explicar para que vale lo que deseamos que aprendan. Por eso me interesa mucho la obra de Martha Nussbaum, una gran humanista a la que se le concedió el Premio Príncipe de Asturias.
Hace ya bastantes años, Emilio Lledó me dijo que era la mejor helenista del momento. Su libro La fragilidad del bien es admirable por su erudición y por su perspicacia. Luego ha escrito muchas obras sobre ética y filosofía del derecho, y trabajó con Amartya Sen, premio Nobel de economía, estudiando las hirientes diferencias sociales y las situaciones de injusticia.
Hoy quiero referirme a dos libros suyos dedicados a la educación: El cultivo de la humanidad, y, sobre todo, Not for Profit, que lleva un subtitulo llamativo: ¿Por qué la democracia necesita las humanidades?  En el primero, estudia la situación de las humanidades en la universidad americana, y expone las tres destrezas intelectuales que solo las humanidades desarrollan y que son imprescindibles para la convivencia democrática: 
(1) La capacidad de examinar críticamente las propias ideas y las tradiciones culturales en que se ha crecido, 
(2) La capacidad de verse a sí mismos no solo como ciudadano pertenecientes a una nación, sino como seres humanos vinculados a los demás seres humanos por lazos de reconocimiento y mutua preocupación, 
(3) Lo que podemos llamar “imaginación narrativa”, que permite ponerse en el lugar de los demás.

El segundo libro comienza con una afirmación dramática: “Estamos en medio de una crisis de proporciones masivas y grave significado global. No, no me refiero a la crisis económica que comenzó el año 2008. Al menos, en este caso todo el mundo sabe que existe y muchos líderes mundiales trabajan rápida y desesperadamente para encontrar soluciones. No, me refiero a una crisis que está pasando desapercibida, como un cáncer, una crisis que puede ser, a largo plazo, mucho más destructiva para el futuro de la democracia: la crisis mundial en la educación.
Nussbaum sostiene que una preocupación obsesiva por el “beneficio”, por el progreso económico, está expulsando de la educación aspectos esenciales para una convivencia justa y noble. En este momento se ha asentado en los sistemas educativos la idea de que solo las ciencias, la tecnología y el inglés son importantes, mientras que las demás asignaturas son un “lujo mono”, como era la costura, el piano y la cultura general para las señoritas del siglo XIX.  Todos colaboramos en esta idea, porque defendemos con poca contundencia argumental el papel de las humanidades. Para justificar la necesidad de leer, solo se nos ocurre decir que es un gran placer. Los maestros de la República veían las cosas con más claridad cuando imprimían carteles con el lema: “La lectura es la mejor defensa contra el fascismo”. Nussbaum comenta: “Las humanidades son necesarias para pensar críticamente, para superar las lealtades locales y acercarse a los problemas globales como un “ciudadano del mundo”, y, finalmente, para comprender empáticamente a otras personas.” Y estas cosas son esenciales para la democracia. Así pues, la educación -concluye- debe ser “for profit” y “not for profit”. Es decir, para conseguir bienes económicos y también para conseguir bienes no económicos.  Como en los seriales.
Referencias: 
http://www.ceide-fsm.com/2013/10/por-que-hay-que-estudiar-humanidades/

Dan Fredinburg, Ingeniero de Google, muere en el terremoto de Nepal

El ingeniero de Google que murió en Nepal el pasado sábado en una avalancha causada por el devastador terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter que devastó el país llevaba encima una conmovedora carta escrita por un amigo, que no podía leer hasta que hubiera alcanzado la cumbre del monte Everest, que pretendía escalar.
Dan Fredinburg, uno de los cuatro americanos cuya muerte se ha confirmado hasta ahora, estaba explorando la zona con el objetivo de digitalizarla para el popular servicio de mapeo del gigante tecnológico,Google Maps.
No se sabe si Fredinburg pudo leer la misiva antes de fallecer. Su amigo Max Stossel, autor de la misiva, la ha subido a Facebook y ha abierto una cuenta en CrowdRise, una página de internet especializada en proyectos de «crowdfunding», con el objetivo de recaudar dinero con fines benéficos. Hasta el momento han conseguido recaudar más de 36.000 dólares.

FACEBOOK
En la carta se puede leer:
«Dan (dan dan dan)
Debes estar muy alto para estar leyendo este eco escrito. Todas las personas que conocemos y amamos finalmente van a morir (morir morir morir). Cuando lo hacen, dejan atrás sus historias.
Esas historias se cuentan y se transmiten, impactan en las vidas de los demás hasta que son historia (historia historia historia). Tu historia ya ha impactado enormemente en la mía, para bien. Con cada aventura regresas con historias que la mayoría de la gente no soñaría experimentar ellos mismos (mismos mismos mismos).
Gracias por empujar a la raza humana para que sea más grande, más atrevida, y vivir la vida de verdad en vez de sobrevivir a ella (ella ella ella).
Te quiero, hermano. Por favor regresa con historias (historias historias).
E incluso si no lo haces... Todos estaremos horrorizados, entristecidos y con el corazón roto por no poder crear nuevas historias contigo, pero también vamos a saber que ya has vivido el equivalente de al menos 100 vidas.
Eres un campeón.
Te deseo un seguro, maravilloso y espectacular viaje.
Con cariños,
Max Stossel (ossel ossel)»
Junto a la carta, Stossel colgó un pequeño epitafio a modo de despedida, escrito cuando ya tenía conocimiento de la muerte de su amigo.
«Ayer perdí a uno de mis mejores amigos. Uno de los seres humanosmás queridos que he tenido el placer de conocer. Dan es la persona más interesante, aventurera y humana que he conocido. Era un justiciero como los que solo existen en la ficción, alguien que se preocupaba de los demás tanto que a veces le costaba mirarles a los ojos. Alguien con quién siempre te podías divertir. Alguien en quién pienso todos los días cuando me encuentro con un problema, porque me planteaba «¿Qué haría Dan?».
Según Stossel, el ingeniero también llevaba consigo otras cartas que le habían entregado su novia y su familia. «Espero que al menos haya podido leerlas», concluye.

martes, 21 de abril de 2015

Rebekah Gregory, Boston ( USA )

La vida siempre te da una segunda oportunidad y eso le ha sucedido a la joven norteamericana Rebekah Gregory, una joven que hace seis meses perdió su pierna izquierda tras nada más y nada menos que 17 operaciones. Esta muchacha, nativa de Texas, sufrió en sus propias carnes el atentado del Maratón de Boston de 2013, en el que murieron tres personas y resultaron heridas 260.


Rebekah tuvo que testificar en el juicio contra Dzhokhar Tsarnaev e incluso llegó a escribirle una carta preguntándole el por qué de su masacre. Pero harta de tanto dolor y sufrimiento, tras ver como le amputaban su pierna izquierda hace medio año, decidió ponerse bajo las órdenes de Gregory, un entrenador que también vive sin una de sus extremidades inferiores y marcarse el reto de terminar la maratón de este año. Y así fue el pasado domingo. Su imagen nada más cruzar la línea de meta, arrodillada y bañada en lágrimas, demuestran que el amor a la vida siempre acaba ganando la medalla de oro.

sábado, 18 de abril de 2015

Juan Miranda, El padre coraje

Juan Miranda mira a los ojos. Están cansados tras tres noches durmiendo muy poco frente a la entrada al barrio de Buenos Aires. La voz le tiembla por el cansancio y por el recuerdo. No por la falta de fuerzas. Aprieta la esperanza con fuerzas. Sin grietas. Con puños labrados de agricultor. La palabra derrota la desterró de su vocabulario hace seis años cuando su hija se enfrentó por primera vez a la marihuana. Luego vendrían los porros, la cocaína y la heroína. Su hija cayó en las "garras de la droga" pero no se resiste a mirar desde la distancia como pierde a su pequeña de 25 años: "Mi hija es lo único que me queda, no me moveré de aquí hasta que no me la vuelva a llevar a Valladolid; aunque tenga que enfrentarme de nuevo contra los narcotraficantes".
Su hija se fue de casa de nuevo el 9 de enero y desde entonces volvió a investigar hasta descubrir que estaba en Salamanca. ¿Cómo lo logró? "A base de pagar pequeñas cantidades a drogodependientes habituales, conseguí saber que está en Buenos Aires, donde ya pasó mucho tiempo hace dos años", confiesa. Entonces consiguió sacarla del barrio enfrentándose cara a cara con los narcos. Mirándoles a los ojos. "La primera vez me vi morir. Me armé de valor, subí a su casa, me amenazaron; me sacaron una navaja y me acusaron de querer arruinarles el negocio. Yo solo quiero a mi hija".
Aquella vez le costó dos meses llevarla a casa. Cada día y medio paraba junto a la gasolinera del barrio y buscaba convencer a su hija. Ella siempre reticente. Él siempre persuasivo. Enfrentarse directamente a los narcos fue su opción para que al expulsarla volviera a casa. "No tengo pinta ni de matar un pájaro, pero querer salvar a mi hija me ha dado fuerzas para no tener miedo", describe. Se enfrentó a amenazas, a denuncias, a verles la cara en el Juzgado. "Ya tenía a mi hija en casa y había recibido amenazas de muerte. No quería más problemas así que retiré la denuncia", asegura.
En sus palabras no se desprende miedo, ni un valor de héroe. Coraje de un padre que ve a una hija lejos y que por enésima vez no está dispuesto a volverla a perder. Aún no la ha conseguido ver durante estos tres días, pero no pierde la esperanza. "Haré lo que haga falta, pero volverá a casa y saldrá de esto", se arma de fuerzas. "No les interesa que yo esté aquí para seguir con su mercado de la droga", asegura. Confiesa que sabe que su hija está viviendo entre los portales conflictivos del barrio trastormesino y que conseguirá que vuelva. Lo sabe porque no es la primera vez.
La perseverancia y la experiencia marcan los latidos de su vida. Todos en Valladolid saben cuando su hija se ha ido de casa. Su padre recorre desde "Los Pajarillos" a "Las Viudas" para conocer su paradero. Así supo que estaba en Salamanca. Y antes que se había marchado con "El Portugués" a Oporto.
En Portugal ya salvó a su hija. Viajó solo con una maleta. Adentrarse en los "guettos" de la droga a "golpe de pequeñas cantidades" y descubrir que su hija se había consumido en vida. "Estaba en la calle, sin huesos, sin dientes por la heroína y finalmente la conseguí salvar de que la vendieran a una red de prostitución y proxenetas", confiesa. Durante el día alquilaba un taxi que le llevaba por los tres barrios más conflictivos de Oporto. No descansaba. Para los drogodependientes habituales, era un policía de la secreta que ahuyentaba el negocio. La misma táctica. Aquella situación le costó dos meses de viajes. De amenazas. De promesas vagas, mentiras incapaces de soportar y conviviendo con los drogodependientes que iban con su hija para poder sacarla del abismo. "Fueron meses de esfuerzo, pero conseguí que volviera, pensaba no volvería a verla", asegura mientras se aprieta con las dos manos la sien. "Nunca vi cuerpos tan decrépitos como los que encontré en Oporto. Compartiendo agujas en un estado insoportable para la vida", asegura.
El párroco de Buenos Aires, Emiliano Tapia, ya conoce la historia "complicada" con la que vive Juan Miranda. Le recibe en la parroquia, pero sabe que no es fácil. "Es un padre atormentado que ha demostrado mucha valentía enfrentándose a los narcotraficantes", asegura.
Hoy volverá a Buenos Aires. Indagará, investigará. Esperará su oportunidad para intentar convencer a su hija. No siente frío ni cansancio tras no pegar ojo durante media semana. Lo que tiene claro es que no se moverá del acceso del barrio hasta que no se lleve de copiloto a su hija. Para volver a empezar. "No me resigno a perderla. Tiene solo 25 años y no lo conseguirán", clama con seguridad en sus palabras. Sin titubear. No piensa en la derrota y sí en los proyectos futuros. Quiere creer que la memoria no es frágil. Que su hija no olvidará que hace diez meses volvió a la vida.
Fue el beso y el abrazo más esperado. Cuestión de segundos. Eran las dos y media de la tarde. Sin las carreras habituales. Acostumbrado a correr detrás de ella, en esta ocasión vio a su hija de 25 años detrás de la vía que se encuentra en la parte trasera de Buenos Aires. No hicieron falta palabras. Solo un abrazo.
Tras ocho días de guardia en el barrio de Buenos Aires, Juan Miranda pudo fundirse en un abrazo con su hija. No había sitio para reprimendas ni reproches. “Ha sido un milagro porque ha sido ella la que ha venido a mí al verme a veinte metros. Nunca la había recuperado tan rápido”, confesaba Juan Miranda, eufórico tras producirse el reencuentro.
La conversación fue breve. Inolvidable. “Me ha dicho que quiere intentar cambiar de vida, ingresar en un centro de rehabilitación y dejar atrás las drogas. Dice que lo quiere intentar”. Tras escuchar estas palabras, Juan pidió a su hija que llamara a su madre y fuera ella misma la que le comunicara la noticia.
Nada más publicarse la noticia en LA GACETA de este padre coraje que estaba dispuesto a hacer lo que fuera por salvar a su hija, incluso a enfrentarse a los narcos, el respaldo de los salmantinos se tradujo en un centenar de comentarios de apoyo a través de la web lagacetadesalamanca.es y más de 50.000 visitas de personas que querían conocer su historia de coraje. “Ella sabía que le estaba buscando a través del artículo y a los narcos está claro que no les interesaba que estuviera allí. A ella le ha tocado la fibra sensible por todo el apoyo y mensajes de superación que ha leído”.
Ahora, por fin está ingresada en un centro de rehabilitación. Busca un lugar más consistente para dejar atrás las drogas. Pero el primer paso ya lo dio: desea abandonar “esta vida” para “ser la de antes”. E incluso se prepara para volver a estudiar.
http://www.lagacetadesalamanca.es/salamanca/2015/02/10/padre-coraje-acampado-buenos-aires-rescatar-drogas-hija/137130.html

http://www.lagacetadesalamanca.es/salamanca/2015/02/13/padre-coraje-rescatar-hija-drogas/137383.html
http://elpais.com/politica/2015/03/22/actualidad/1427051216_324127.html

domingo, 12 de abril de 2015

El aula vacía, 2015

Hay películas que te cambian la vida. O por lo menos eso dicen. Para probar la hipótesis, de forma poco experimental, pero práctica, decidí preguntar a mis amigos si había alguna película en esta categoría. La respuesta fue un rotundo “sí”.
A algunos la gran pantalla les enseñó a ser optimistas. Siempre. Aun en las situaciones más difíciles. Quién no recuerda La vida es bella de Roberto Benigni, la historia de un padre que en un campo de concentración nazi crea un mundo de fantasía para proteger la inocencia de su hijo. La lección aprendida es que lo importante no es tanto lo que pasa sino cómo lo vives. La leyenda del indomable, con una actuación estelar de Paul Newman, nos muestra que no poseer nada puede ser bueno. Él que poco tiene que perder y puede ganar mucho. “Luke me enseñó que no hace falta demasiado para salir adelante, solo carácter”, señaló uno de mis amigos. Y añadió: “Nadie te puede derrotar sino te das por vencido”. Y una de mis encuestadas me comentó cómo cambió su forma de consumir tras ver Historias de dos ciudades.
Otras películas te salvan la vida, literalmente. Este es el caso de Thin Blue Line. La cinta mostró que Randall Dale Adams, que estaba en el corredor de la muerte, no era un asesino. Tras la película se le hizo otro juicio y salió de la cárcel.
En otras ocasiones, el cine ha hecho que empresas y gobiernos cambien sus políticas. ¿Se acuerdan de Super Size Me? Tras la película, McDonald’s dejó de vender los combos gigantescos. OBowling for Columbine de Michael Moore, sobre la violencia con armas de fuego, que hizo que Kmart dejara de vender armas. O Una verdad incómoda, de Al Gore; uno de los documentales más taquilleros en la historia de EE UU que no solo contribuyó a que ganase el Premio Nobel de la Paz sino que hizo del cambio climático un tema atractivo.
Con todos estos antecedentes, la pregunta es: ¿se podría hacer una película que nos ayude a mejorar la educación en América Latina? La necesidad es clara, en la región casi la mitad de los jóvenes no acaba la etapa secundaria. Déjenme que lo repita de nuevo. En las aulas de América Latina no están la mitad de los jóvenes que deberían estar.

¿Sería entonces posible mostrar de forma cautivadora, no dogmática y con pasión los retos de millones de jóvenes en lugares tan diversos como San Salvador y Montevideo para acabar la escuela, y en menos de dos horas? ¿Podríamos reclutar al mejor talento de América Latina para contar una historia universal con voces locales? ¿Tendríamos compañeros de viaje para esta aventura? La respuesta, de nuevo, fue un rotundo sí. Así nació la película El aula vacía.
Gael García Bernal se convirtió en nuestro director creativo, y con él vinieron 11 fabulosos directores de cine que cuentan 10 diferentes historias desde una óptica muy personal. Por ejemplo, Pablo Fendrik, director de El ardor y La sangre brota, entiende muy bien la importancia de acabar la secundaria. Él no lo hizo, y sabe lo duro que puede ser la vida sin educación. A él le salvó el cine, su pasión, pero reconoce ser la excepción.
Mariana Chenillo, desde México, retrata los obstáculos que enfrentan los jóvenes con discapacidades. En su corto Chenillo cuenta qué pasa si eres sordo en un mundo de oyentes y quieres ir a la escuela. Tras verlo, uno se queda con la duda de si el protagonista es sordo o si el sordo es el sistema escolar al no escuchar las necesidades de los jóvenes.

Así se hizo el documental 'El aula vacía'.
La violencia, el tema que más preocupa a los ciudadanos en América Latina, tampoco se escapó de El aula vacíaTatiana Huezo señala cómo la educación es una herramienta poderosa para prevenir la violencia. Pero la trágica paradoja es que, en algunos lugares, hasta las propias escuelas son peligrosas y eso es lo que Huezo muestra en su corto desde El Salvador. Carlos Gaviria, desde Colombia, también investiga los vínculos entre la deserción escolar, la violencia y elbullying. Y va más allá preguntándose qué rol debe jugar el sistema educativo al integrar a los jóvenes que han vivido situaciones de violencia.
El aula vacía no busca cambiarte la vida, pero sí pretende poner su grano de arena para que la deserción escolar esté en la agenda pública de los gobiernos y la sociedad civil. Busca que millones de jóvenes tengan una mejor educación y pasen más tiempo en las aulas aprendiendo, formándose. Déjenme que me corrija: El aula vacía sí busca cambiar la vida. ¿Nos ayudas?
Gador Manzano es especialista en comunicaciones del departamento de relaciones externas Banco Interamericano de Desarrollo  (BID).

http://elpais.com/elpais/2015/04/09/planeta_futuro/1428577828_568746.html

martes, 7 de abril de 2015

Fotografía del Faro de La Jument, Francia.



¿Cómo se hizo esta foto? ¿Murió el farero arrollado por la ola? La pregunta me la hice la primera vez que vi esta impactante imagen a tamaño gigante en un póster en no sé que lugar. Luego la volví a ver cientos de veces en cientos de lugares diferentes, igual que seguro la habréis visto vosotros: es uno de los póster más vendidos en tiendas de decoración y recuerdos.
Y mira por dónde hoy que estoy en la isla francesa de Ouessant, en el Finisterre de Bretaña, me he tropezado sin querer con la historia de esa foto y la del farero que la protagoniza.
El faro se llama La Jument y es una de las linternas de mar más espectaculares de la costa francesa. Está a dos kilómetros aguas adentro de la isla de Ouessant y fue construido entre 1904 y 1911 para señalizar unos peligrosísimos bajos en los que se habían producido multitud de naufragios.
La historia de la foto tiene lugar el 21 de diciembre de 1989. El fotógrafo francés especializado en imágenes de faros Jean Guichard sobrevolaba en helicóptero La Jument un día de fuerte tormenta buscando la foto perfecta de esas gigantescas olas del Atlántico golpeando contra la estructura del faro. Dentro, el farero Theophile Malgorn, que por aquel entonces rondaba la treintena de años, escuchó las repetidas pasadas del helicóptero y pensó que algo raro podía ocurrir; quizá el piloto estaba tratando de ponerse en contacto con él por un naufragio o por algún accidente. Y en una maniobra a todas luces descabellada abrió la puerta para ver qué pasaba.
La acción completa duró apenas unos segundos. Guichard vio a aquel hombre en la puerta y su instinto de fotógrafo le dijo que allí había una composición perfecta: el hombre y la fuerza de la naturaleza. Empezó a disparar en modo ráfaga su cámara casi a la vez que una nueva ola gigante empezaba a abrazar con toneladas de agua embravecida la estructura del faro. En ese mismo instante, el farero Malgorn –asomado al quicio de la puerta- escuchó un trueno seco, como una estampida brutal (el impacto de la ola contra el frente del faro) y supo que había cometido un tremendo error. Tan rápido como abrió volvió a cerrar la puerta, justo una milésima de segundo antes de que la ola lo arrasaratodo. Estaba vivo de milagro. En el carrete de Guichard quedaron impresas 9 imágenes –las que al motor de la cámara le dio tiempo a disparar - que le harían famoso de por vida y con las que en 1990 obtendría el segundo premio en el World Press Photo (el primero fue para la célebre foto de un manifestante chino parando él solo una columna de carros de combate en Tianammen).
El farero Theophile Malgorn sigue viviendo en esta isla de Ouessant y no quiere que nadie le vuelva a preguntar por la maldita foto. Me cuentan sus allegados que se cabreó mucho en aquel momento porque le habían puesto en un aprieto mortal de manera irresponsable y además por un tema comercial; él salió a ver qué pasaba porprofesionalidad y casi le cuesta la vida. Pero que poco después Guichard lo visitó en su casa, le regaló una foto firmada de aquel“momento decisivo” -que diría Cartier Bresson- y se hicieron muy amigos.
El último farero abandonó La Jument el 26 de julio de 1991. Desde entonces es un faro automático. Theophile es ahora el telecontrolador del faro de Creac’h, también en Ouessant. Los vecinos suelen verlo pasear con sus perros por el sendero que bordea la costa de la isla, con la mirada perdida en el mar bravío que rompen contra estos acantilados, observando la silueta oscura de los faros en los que siendo más joven pasó tremendos ratos de soledad en un cuarto húmedo y oscuro.
Los fareros son (o eran) gente muy especial. Seres solitarios y poco habladores, artistas con todo el tiempo del mundo para escribir, pintar o esculpir. Filósofos de una vida que muy pocos hubieran sido capaces de soportar.
Por eso les resulta difícil adaptarse a una vida sedentaria, controlando un faro delante de un ordenador en un aséptico cuarto con calefacción después de haber sido los últimos románticos del mar; filósofos solitarios que cada noche encendían luces con las que salvar vidas de navegantes anónimos que nunca les conocerían ni tendrían ocasión de agradecérselo. Como Theophile Malgorn.

http://www.jean-guichard.com/